LA CULTURA DEL ESFUERZO

Nuestra generación ha vivido bajo la máxima cultura del esfuerzo, impulsada principalmente por nuestros padres y abuelos. Estos han tenido una vida laboral y académica más difícil que la nuestra, menos oportunidades o ninguna, y se han visto obligados a seguir unos caminos laborales o académicos acordes a su situación sociocultural y económica. Se han visto obligados a que el esfuerzo sea su bandera y el camino para alcanzar los logros. Por eso, nuestros padres reiteran en la necesidad del esfuerzo para alcanzar todo aquello no nos planeamos en la vida pero dicha cultura favorece lo contrario, el fracaso. 

No estoy queriendo decir que no sea fundamental el esfuerzo, pues sin la dedicación y el trabajo constantes no vamos a ser capaces de desarrollar competencias y cualidades incluso si estas son innatas. Lo que quiero decir es que la necesidad de imponer el esfuerzo como principal medida educativa provoca todo lo contrario. Por lo tanto, el esfuerzo se transforma en un valor en sí mismo, dejando de ser un medio para convertirse en un fin. Así, al mismo tiempo que se exige a los niños que se esfuercen, indirectamente se les enseña a resignarse a aceptar las medidas, conllevando una frustración asociada a logros o reconocimientos.

En conclusión, considero que el esfuerzo es una medida clave e importante en el desarrollo de los jóvenes pero no debe abanderar una cultura que deje de lado otros valores priorizando el esfuerzo.


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